Síndrome mascarilla, ¡convive con nosotr@s!

Buenos días queridos amigos, martes de charla agradable, ¿os apetece? A mí, sí; os espero cuando surjan las ganas, nada de obligaciones, amigu@s espacio de libertad…

Libertad, un concepto a veces bien-valorado, otras veces infravalorado y las menos, desafortunadamente, «supervalorado». Dejar opción a los demás a que ejerzan su facultad y derecho de elección y/o de acción, de manera responsable, sin imperar la opinión o decisión de otros congéneres. Suena muy bonito, real eso ya es arena de otro costal…

Nuestra sociedad, infortunadamente, durante más de dos años, ha derivado en la «sociedad de la mascarilla»; nuestras bocas y fosas nasales uniformadas con todo tipo de máscaras, atendiendo a premisas de imposición y/o más o menos protección interpersonal e intrapersonal.

Realmente, se ha afrontado una situación que ha sobrepasado muchos hogares, a nivel mundial, un micro-organismo peligroso nos ha invadido y ha impartido consecuencias muy duras y letales. En consecuencia, se ha generado la necesidad de auto-protegernos y querer proteger a los «nuestr@s»….

En la actualidad, mayo de 2022, parece ser que hemos aprendido a «convivir», con sus «incalculables mutaciones», bastante saludablemente y después de haber navegado a través de «innumerables olas»… No sé si la próxima amenaza de una nueva ola, con absoluta sinceridad, será la octava o la centésimo primera…, he perdido la cuenta y, evidentemente, nunca negando lo que ha sido una oscura realidad.

Me gustaría pensar que, a medida que pase el tiempo, en este «nuevo estado», dejemos de contarlas; es como lacerarse ante miedos vividos y no transmitir posibilidad de recobrar aquella libertad inicial. Recordemos pavor y liberación no suelen ser coetáneos…

Hemos entrado en un nuevo estatus, estamos viviendo momento control, o eso es lo que nos transmiten o, por lo menos, no nos dicen lo contrario. Así que: «¡Fuera mascarilla!«, a excepción de determinados ámbitos que, lógicamente, conviven de manera diferente, aún padecen momentos de no-control.

Cambiamos enfoque de mirada «inquisitiva», antes dirigida a aquel/a que no caminaba con dicho equipo de protección individual y personal, a la actualidad en la que mutamos pensamientos; ahora ojeamos de manera «exigente», a quienes mantienen dicho equipamiento en lugares donde ya no es obligatoria. ¿A qué viene esta última reivindicación? ¿Quizás no toleramos aquello que nos recuerda lo que hemos padecido?

Sí, queremos olvidar y de acuerdo que no hay que convivir con el miedo; no obstante, todo ello ha sucedido, se ha vivido… Así que obsequiémonos un «favor conjunto»: no fustiguemos a quien tiene memoria más dolorosa o siente otras necesidades personales e individuales.

¿De verdad no podemos entender que existan personas que, ipso facto, no se sientan seguros sin ella? ¿No podemos dejar de señalar con el dedo y dejar que cada persona siga su propio ritmo y/o criterio? ¿Va a ser una imposición no llevar nuestra cara protegida?

Tiempo atrás, ante-pandemia, mostrar nuestra cara al desnudo era lo imperante en la sociedad, con excepciones culturales, ahí no entro. Y, evidentemente, es un precioso paisaje poder contemplar las caras en su plenitud, atribuir el resto de la faz a los ojos que veíamos es un lujo; sin embargo, dejemos que cada persona haga la nueva asimilación en función de sus necesidades mentales, recordemos que nuestra salud mental ha empeorado de manera escandalosa y preocupante.

Si me preguntas que cómo lo hago yo, pues depende hay un término que se aplica cuando uno aprende a realizar una acción, día tras día, hasta que llega a derivar en prácticamente automático, hábito es el vocablo. Y éste entra en juego.

Teniendo en cuenta que, durante casi dos años, para salir de casa uno de los requisitos básicos era ir vestida desde la cara hasta los pies pues, a día de hoy, muchas veces, salgo con toda la vestimenta, incluida la facial; sí, cuando ahora es opcional. Si reflexiono, frecuentemente, me la suelo quitar en territorio permitido.

Accedo al transporte público y me sitúo en el programa de «obligación» de uso de la mascarilla; bajo del transporte y me la quito, debo cambiar de programa: mascarilla «no obligatoria»; accedo a otro transporte: activo, de nuevo, programa obligación… Camino un ratito y llego al trabajo… No sé qué hacer, es legítimo dudar.

Y me pregunto, si a mi lado en el transporte público, durante bastantes minutos, ha existido un individuo trasgresor con el «programa erróneo», sin mascarilla, y éste ha estado tosiendo… No saltan «alarmas», mi antivirus sí se activa, está actualizado, me lanza defensa «troyano»: aléjate cuanto puedas con tu defensa facial bien encajadita… Llego al trabajo, ¿es justo para mis compañeros que me ponga en programa no-mascarilla? Bueno, va no exageremos; de acuerdo, asientes a lo que te comentan sobre tus preocupaciones, y las obviamos.

Subimos de nivel y surge otra pregunta, de mayor importancia, sobre todo a nivel psíquico personal: ¿y si no me siento seguro/a, sin «mi» mascarilla, me debo sentir mal por continuar llevándola?? La enfermedad continúa conviviendo con nosotr@s… ¿Sabemos la realidad?

No, no y no, a todas esas dudas que surgen; por favor, dejemos que cada individuo realice el proceso de la manera que necesite, con el «tempo adecuado a su única persona», sin miradas tontas e incluso de incredulidad, ya está: respetemos.

Por favor, indulgencia y no tantas exigencias, eso es lo que se necesita ante el cansancio mental que llevamos acumulado, caminando con nosotros. ¿Y si hacemos una parada y oxigenamos? ¿De verdad no somos capaces de recuperar temas más constructivos que compartir? Sobre todo, sin modo censura.

Sinceramente, mantener un mono-tema puede llevar a una inusual distracción, nociva de por sí… ¿En positivo o en negativo? Sabemos la respuesta, así que busquemos, en nuestros corazones, alegrías que repartir; sin obviar las realidades y que contribuyan a un bienestar necesario. Miremos de marcar la diferencia ante las mentes de conciencias adversas y fluyamos desde nuestra propia persona; simplemente respetando a la de al lado.

Interesante colaborar, entre todos, para ir dando pasos hacia la recuperación mental, a parte de la física que bastante dañada ha quedado… ¿No creéis que nos lo merecemos? Yo, lo tengo muy interiorizado y reconozco que vale la pena levantar la mirada desde el punto de origen propio de cada un@ de nosotr@s, con o sin barbijo. Y, ante todo, colaborar con aquel/a que no pueda y ansíe levantar corazón y cabeza.

«Nuestra sociedad sigue atada al juicio y al prejuicio de una forma generalizada, que hace daño y nos divide entre «buenos y malos» y nos hace perder la fuerza de una humanidad real y fuerte.

Muchas personas, antes de toda esta historia, ya llevaban un tipo de máscara, la que escondía a un «personaje» que no siempre era positivo para el resto y, a ese “personajillo”, no lo criticábamos ni lo señalábamos, a veces incluso ignorábamos su «máscara». Esa es una máscara que se lleva en el alma…»

Montserrat Puig

«Es importante respetarnos nuestro ritmo de recuperación mental, lo necesitamos y, no siempre, nos lo concedemos».

Carlota Petit

Querid@s amigu@s, anhelo desde mi interior, que os apetezca caminar en mi compañía para llegar a una estabilidad emocional y poder sonreír, de verdad, a este presente que se nos regala día a día. Os espero, estaremos juntos y enviaremos energía a quienes se vean más perjudicados y sin fuerzas. ¡Nuestros pasos, bien-acompañados, empoderan en la vida!

Deseo que la semana sea muy bonita y os genere muchas sonrisas, con o sin tapabocas. Recordemos: nuestros ojos también sonríen.

Un abrazo enorme y de complicidad para tod@s.

Ana Torres

4 comentarios en “Síndrome mascarilla, ¡convive con nosotr@s!

  1. montserrat1506

    Leerte, querida me ha hecho darme cuenta de varias cosas: La primera que nuestra sociedad sigue atada al juicio y al prejuicio de una forma generalizada, que hace daño y nos divide entre «buenos y malos» y nos hace perder la fuerza de una humanidad real y fuerte.
    La segunda me da que pensar en el hecho de que la mascarilla, de tela o de papel, físicamente colocada o no (quizás en el bolsillo) no deja de ser algo real, que veo con mis pupilas.
    Muchas personas, antes de toda esta historia, ya llevaban un tipo de máscara, la que escondía a un «personaje» que no siempre era positivo para el resto y, a ese personajillo, no lo criticábamos ni lo señalábamos, a veces incluso ignorábamos su «máscara» voy a poner el ejemplo del acosador en una escuela, del que desprecia a sus compañeros de trabajo y les dificulta el camino, del vecino que incomoda a los otros, del que piensa que su mujer «es suya y de nadie más»…
    Esa es una máscara que se lleva en el alma….

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    1. Brutal, querida amiga.
      Montse, como siempre un lujo: Sí existen desde siempre las máscaras que han regalado potestad a quienes optan por no dejar vivir a los otros y no lo criticamos, incluso giramos la cara… Actitudes deleznables, las de esos personajes y las de aquellos que no censuramos. Perdemos humanidad

      Sin embargo, entran los ataques «lícitos», no censurados y que nos dividen porque damos potestad a juicios ajenos, de manera plural. Volvemos a perder humanidad.

      Confío que los que hemos entrado en esta familia y muchísimas más personas, marquemos la diferencia: Regalando Humanidad. Abrazando desde nuestros corazones.

      Gracias gracias gracias por estas valiosas aportaciones desde tu alma, ¡un enorme regalo!

      Ana

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  2. Tota la raó Ana, i quan llegia que hem de deixar que cadascú visqui el passat, la por i la recuperació mental al seu ritme pensava que amb qui més ho hem de respectar és amb nosaltres mateixes. ALmenys jo ho necessito i no sempre m’ho concedeixo.
    Una abraçada Ana!
    Carlota

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    1. La meva estimada Carlota,
      El auto-respeto qué importante es y, a veces, que poco lo practicamos, en general… Hemos de aprender a concedernos ese lujo de estima que nos merecemos y bajar la autoexigencia para regalarnos un camino más cariñoso, que nos merecemos.

      Un abrazo enorme!!!

      Ana

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