¡Hola querida familia! Un nuevo martes y aquí nos encontramos en un momento de respiro acompañado de palabras, siempre con opción de hacer entre todo y nada.
Todos los días nos levantamos con nuestras programaciones variopintas diseñando camino a seguir, a ratos más pautado y acelerado por múltiples obligaciones y, a momentos, dando pasos más pausados en formatos de aficiones/hobbies/diversiones u ocasiones de creación y cuidados personales.
Si nos observamos un poquito podemos llegar a percibir la existencia de un bucle de directorios, tales como: trabajando, construyendo, no parar de producir, haciendo x, y, z ,.. que, sin mucha sorpresa, no dejan de mostrarse en nuestro día. In extremis, nos poseen prácticamente la mayoría de minutos que tenemos de consciencia y, posiblemente, vamos respirando dosis de satisfacción por todo aquello que estamos ejecutando. ¿Seguros que esa sensación es la que divisamos en todos los instantes? ¡Sí! ¡Hemos estado desarrollando ocupaciones de nuestra titularidad! Dejemos pie a la duda…
Intentamos caminar fuerte por el mundo de las tres «ES»: eficiencia, efectividad y eficacia. Incluso mostramos más habilidades, si cabe, como nuestra activación de modo multitarea: más faenas simultáneamente y nos felicitamos, estamos consiguiendo llegar a todo aquello que nos hemos programado, aunque sea en nuestro «modo automático» , donde la consciencia ya se va ausentando.
Es cierto que es muy importante sentirse completo, realizado, construimos, seguimos avanzando…; sin embargo mostremos precaución, un sonido comienza a mostrar presencia en nuestro ánimo, es cautivador, se presenta como una necesidad que, a veces, ya nos verbalizamos interiormente e incluso la trasladamos a nuestro exterior: «¡Quiero desconectarme por un momento!» .
Exhaustos derivamos en la búsqueda de un momento de no-obligación, externo e interno, en el cual nuestra persona no haga absolutamente nada de «provecho». Y provechoso sí es, porque ese descanso de todo puede llevar a una serie de beneficios saludables mentales y físicos.
Pero es que yo no me puedo permitir «no hacer nada», siempre hay cometidos por realizar. Evidentemente que sí, toda la razón, y aquí entra nuestra propia voluntad de respetarnos y darnos ese pequeño-gran respiro que nos aportará dosis de calidad en todo el resto de nuestro recorrido. Cuidado que incluso cuando estamos durmiendo nos cuesta desconectarnos, sin sentirnos culpables.
¡Ey! Ya ha llegado nuestra invitada la culpa, le encanta fustigarnos ya que todavía no hemos interiorizado que nos podemos permitir el hábito de «Yo me paro un rato». Sinceramente, dicha emoción, debería de ser repudiada cuando estamos mirando por nuestro bienestar, el cual es un interesante potencial si lo volvemos un hábito desde una mirada positiva, donde nos aporta y no resta.
Relajación, no estamos hablando de no responder ante nuestras infinitas responsabilidades sino de establecer una bonita lista de prioridades dentro de las cuales nuestro descanso esté incluido. ¡Que no me lo puedo permitir! ¿Cómo que no? ¿Verdad que cuando una persona está enferma debe descansar para minimizar el dolor y sanar? Pues vamos a caminar un poco más sanamente para que no nos duela nuestro camino, regalándonos momentitos de omisión de sobreesfuerzos personales físicos o psíquicos. Y no significa que no alcancemos nuestros objetivos, los conseguiremos más saludablemente.
Ahorrarnos trances de saturación personal observando nuestra ruta diaria, desgranándola en bloques de urgencias, importancia y exclusiva pertenencia personal; de esta guisa veremos qué frenar viendo qué es urgente e importante, qué sigue siendo urgente, qué es importante y no es urgente y qué no es ni urgente ni importante (¡sí recurrimos a la matriz de Eisenhower!). Aprendamos a moderar, delegar o relegar determinadas tareas que no sean totalmente nominales y/o imperantes.
La importancia de un cierto «egoísmo personal» , bien llevado, evitará que solo enfoquemos en el bienestar ajeno; por cierto, nuestros seres queridos no lo verán como un mal gesto, lo entenderán perfectamente porque cuando entramos en modo automático padecen por nosotr@s.
Deberíamos desechar pasividad como sinónimo de «no hacer nada» en oportunidades de reconstrucción, recordemos que no invocamos ni a la desidia ni a la procrastinación sino aportación de brinco emocional, que no estamos negando camino sino buscar fuerzas para continuarlo. ¡Ah! Y dejemos de buscar justificaciones, intercambiemos por un «me lo merezco».
Palpar que la vida continua, que se sigue en buen camino y además respiramos en determinados momentos de «reseteo» es un éxito de relajación de la dinámica que llevamos, restando la urgencia de vacaciones para poder disfrutarnos.
Más beneficios de dicha coyuntura: reducción de nuestro nivel de estrés, recuperar una respiración más pausada, disminuir nuestro ritmo cardíaco, aminorar nuestra aceleración del día, presencia de mejor humor, dormir mejor (si hemos bajado el ritmo un rato antes de ir a la cama será más sencillo caer en manos de Morfeo que, a veces, pasar del todo al nada es difícil de conseguir). En definitiva, estar en paz con uno mismo por decisión propia y con un estilo elegido a nuestra necesidad.
Momentos Honestidad: La verdad es que estoy aprendiendo a darme permisos de no hacer nada que «me sean de provecho» , sin sentir el yugo de la culpabilidad sobre mis hombros. No está siendo fácil, lo reconozco, estoy muy educada dentro del pensamiento de productividad, de llegar a todos mis papeles y ser figura de referencia ante diversos trabajos, y estos estigmas pesan muchas veces.
Sencillamente, ¿Cuál es mi finalidad de mi «momento perezoso» ? , por cierto es maravilloso visualizarme como ese bonito mamífero. Pues que quiero moderarme y reposar. Deseo mostrarme exenta de cualquier infracción ante la no-acción de producir a todas horas. Expulso los remordimientos, aunque en un inicio entre un bombardeo a mi mente de todos aquellos pendientes por hacer. A base de entreno, conseguiré disfrutar de mis escapes puntuales, me aportarán dosis de regeneración y, en consecuencia, fluirán más adecuadamente las tres «ES». Sin más.
Mi querida familia os deseo que paséis una semana en la cual practiquéis una dinámica que permita momentos perezosos con ausencia de pesar y presencia de bienestar.
¡Un abrazo lavanda!
Ana Torres