Escucha bien las declaraciones de tu cuerpo

Buenos días querid@s amigu@s. ¿Qué os parece si hoy caminamos hacia el cuidado de nuestro bienestar físico a través del psíquico? ¿Os apetece que lo intentemos junt@s? ¡Podemos!

Nuestros cuerpos acostumbran a mostrar un lenguaje muy expresivo a nuestra propia persona y, en bastantes ocasiones, el origen es nuestro interior emocional. Sí, nuestro organismo entiende, asimila y responde a todas aquellas circunstancias que van surgiendo e influyen directamente en nuestro caminar. Efectivamente, para bien y para mal, o no.

Cuando nuestra autoestima y autovaloración son positivos, y se conjugan con un nivel de auto-exigencia relativamente fácil, nos relajamos y nos sentimos motivados; eso conlleva a cuidarnos, mimarnos y lo percibimos a ojos internos y lo visualizan ojos externos. Brillamos, nuestro interior mental y/o emocional se refleja en nuestra estructura corporal, palpamos nuestra satisfacción global porque nos encontramos bien en la totalidad de nuestro ser. Consecuentemente padecemos muchos menos dolores físicos y nos contemplamos desde ese sabio espejo con un gran cariño, ¡qué bien nos sentimos!

Sin embargo, en ocasiones, la moneda se da la vuelta, vemos la otra cara; afrontamos situaciones que nos desestabilizan, se van del alcance de nuestras manos; nos surge un gran tambaleo mental y nos perdemos de vista un poco-bastante. Además, de manera imperante, emerge nuestra necesidad del «control» , sin ni siquiera elegirlo, cosa que nos azora internamente. No importa, seguimos «acogiéndolo todo» y sin mostrar debilidad alguna, cuando realmente esta avanza; pero nos mantenemos impertérritos y nos la negamos a nosotr@s mism@s. ¿Por qué nos estamos ignorando? ¿Esa es una muestra de respeto a nuestra esencia?

¡Ey! Que lo que nuestra boca calla muchas veces nuestro cuerpo no y con todo su criterio. Cuántas veces pronunciamos frases de la tesitura: ¿Cómo puede ser que me encuentre tan mal? ¿Siento más dolores? ¿Qué me pasa? Y, acto seguido, nuestra sentencia: ¡No tengo motivos! Por favor, recapacitemos, no las obviemos, no deberían ser preguntas retóricas, dejemos esa «seguridad» , inexistente, un poco aparcada.

Seguimos sin escuchar nuestro dolor físico, nos mostramos incrédulos a sus razones, convivimos con nuestra sensación de que se comporta disasociado de nuestra mente, hasta que llega un límite. Este nos implica asimilar que tiene toda la potestad para manifestar lo que silenciamos, llevamos acumulada toda una tesis de lo que padecemos y no nos hemos dado permiso para darle nombre, ni a mirada interna.

No hablamos de victimizarnos, a la primera de cambio, y sí de que nuestro cuerpo es muy sabio y, a veces, las protestas que no surgen desde nuestros labios, salen a través de nuestros órganos, de manera mesurada o no. Quizás va llegando el momento de que le escuchemos y reflexionemos sobre ello, sin reproches.

Lo acabamos aceptando, lo hemos verbalizado a gritos, a través del deterioro de la salud: malestares, contracturas musculares, dolores gástricos, de cabeza e incluso nuestra piel… y , finalmente, decidimos atenderlos cuando ya casi no podemos hacer vida «normal» . Y nos preguntamos causas de todo ello; sinceridad: estamos sufriendo dolor interno desde hace tiempo.

Interesante tener en cuenta que, dependiendo de nuestro momento personal físico y/o psíquico, las defensas de nuestro organismo no alcancen un nivel estable y saludable con lo cual presentamos mayor facilidad para que nuestro sistema inmunitario no reaccione correctamente y se nos muestre el dolor mucho antes de lo que pensábamos

Todo depende de nuestro cúmulo de malestares emocionales, de infinitos orígenes: nuestro ánimo está flojillo, las respuestas de nuestros entornos, o de nosotros mismos, nos decepcionan o nos duelen, estamos hart@s de seguir en continua lucha, surgen más preocupaciones… Y, nos desgastamos, nuestra autoestima va bajando, acabamos dejando a nuestro cuerpo solo ante el peligro de toda inclemencia, el cuidado mental y físico se muestra un tanto ausente y tiene sus consecuencias.

Por favor, paremos, nos va mucho en ello, nos va la calidad de nuestra vida propia y el tiempo que pasemos en ella. Y, aún así, continuamos con nuestra tozudez, nos excusamos ante nuestro propio ser porque somos incapaces de gestionarnos con la asertividad de la que necesitamos en grandes cantidades. Paciencia, profundicemos paso a paso y si, de inicio, no oímos a nuestro interior, empecemos escuchando la sabiduría de nuestro cuerpo que nos conducirá al origen de todo.

En función de nuestra fragilidad no-reconocida, llegamos incluso a indignarnos ante argumentos ajenos que «osadamente» nos recuerdan que deberíamos frenar y de cuidarnos. Para más inri, nos defendemos por no hacer caso, sabiendo que nos lo comentan por nuestro bienestar quienes nos quieren. Sólo se nos ocurre un: ¡qué fácil es para quien no lleva mis zapatos! Sinceramente, necesitamos nuestro espacio de asimilación pero creo que estamos enfadados con nosotr@s mism@s porque no disponemos de suficientes recursos para defendernos y, a veces, lo enfocamos en el/la otr@.

Aquí, y si pudiera ser un poco bastante antes, deberíamos respirar y si no somos capaces de gestionarlo pidamos ayuda, de nuestras personas de confianza y sobre todo a esos grandes profesionales que nos pueden ofrecer esos recursos que tanto anhelamos y no encontramos por mucho empeño que dejemos en ello. Podemos llegar a reorientarnos, generar actitudes de cambio para, poco a poco, llegar a una aceptación, o no, y que el desequilibrio de nuestro cuerpo sea el mínimo, sí. Merecemos convivir, internamente y externamente, con la mayor ausencia de dolor.

«Leerte hoy me ha situado en un puente de mono, esos que son de cuerda, que andas sobre una cuerda, te coges en otra que hay encima y solo te protegen dos cuerdas laterales que parecen barandillas. No miras hacia abajo porque el vértigo te limita y tienes que caminar lento porque solo cabe un pie delante del otro, aunque querrías pasar rápido corriendo, así son algunos momentos. Esos que a menudo nos trae la vida, reales, incontrolados, inesperados siento que camino en ese puente…¿ y mi cuerpo? No sé -pienso- ya me ocuparé después.
¿Y lo hago? Como tú dices cada vez soy más consciente, pero en muchos momentos de mi vida ni siquiera lo aceptaba, era mi gran olvidado, hasta olvidaba respirar profundamente. Me decían «pero llénate de aire y respira»
El cuerpo tiene sus señales y nosotras recursos, aunque a veces los guardamos en el bolsillo en lugar de transitar desde el respeto a nosotras, lo hacemos como caminando por ese puente, sin mirar, reaccionando instintivamente desde eso que oímos desde pequeña: eres fuerte, tú puedes, a costa de lo que sea. Paciencia y tozudez.

Al leerte hago una respiración muy profunda desde la asertividad y me dejo sentir aquello que a menudo oigo de grandes maestros sobre la compasión: tiene que incluirte, sino no es. Y nuestro cuerpo es nuestra vasija, donde vivimos en este momento y se merece que lo tratemos como nuestro tesoro«

Montserrat Puig

Momento Honestidad: Realmente, a lo largo de mi vida, son unas cuantas veces que mi interior no ha querido ver mi nivel de padecimientos/estrés o de mis miedos. Y sí, lo he reflejado «perfectamente» a nivel corporal pero soy muy tozuda, desde pequeñita interioricé significativamente mi gran «etiqueta» , la escuchaba constantemente, mi fortaleza y mis recursos ante todo lo que se me presente en mi vida. Así que no he querido atenderle hasta que, por obligación, me he forzado a ello. Ahora, quiero aprender a respetar, más o mejor, a mi ser y me gustaría practicar esa dulce compasión hacia mí misma, sin proclamarme mártir.

Estoy aprendiendo a verbalizar que ya no soy tan fuerte y necesito ayuda/acompañamiento. ¿Conseguiré mantenerme en este estado de mostrar mi «debilidad«? Francamente no lo sé, aunque sé que sería el mayor respeto hacia mí misma. Por cierto, mi auto-valoración es bastante positiva aunque me encuentre ante un momento no-control de la vida y gran preocupación. Ahora soy capaz de decirlo en voz alta, acepto ayuda externa y no me ignoro o no me padezco en silencio aunque sí convivo con el dolor consecuente de todo ello. Sin más.

Mi querida familia os deseo que disfrutéis de una semana en la cual vuestros dolores físicos y psíquicos sean los mínimos y en caso contrario dejaros oír, respetaros y acompañaros según vuestras necesidades. También podemos entrar en nuestra kabaña y nos escucharemos acompañad@s con dosis extra de cariño. Tal y como nos merecemos.

¡Abrazos morados!

Ana Torres

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4 comentarios en “Escucha bien las declaraciones de tu cuerpo

  1. montserrat1506

    Leerte hoy me ha situado en un puente de mono, esos que son de cuerda, que andas sobre una cuerda, te coges en otra que hay encima y solo te protegen dos cuerdas laterales que parecen barandillas. No miras hacia abajo porque el vértigo te limita y tienes que caminar lento porque solo cabe un pie delante del otro, aunque querrías pasar rápido corriendo, así son algunos momentos. Esos que a menudo nos trae la vida, reales, incontrolados, inesperados siento que camino en ese puente…¿ y mi cuerpo? No sé -pienso- ya me ocuparé después.
    ¿Y lo hago? Como tú dices cada vez soy más consciente, pero en muchos momentos de mi vida ni siquiera lo aceptaba, era mi gran olvidado, hasta olvidaba respirar profundamente. Me decían «pero llénate de aire y respira»
    El cuerpo tiene sus señales y nosotras recursos, aunque a veces los guardamos en el bolsillo en lugar de transitar desde el respeto a nosotras, lo hacemos como caminando por ese puente, sin mirar, reaccionando instintivamente desde eso que oímos desde pequeña: eres fuerte, tú puedes, a costa de lo que sea. Paciencia y tozudez.
    Al leerte hago una respiración muy profunda desde la asertividad y me dejo sentir aquello que a menudo oigo de grandes maestros sobre la compasión: tiene que incluirte, sinó no es.
    Y nuestro cuerpo es nuestra vasija, donde vivimos en este momento y se merece que lo tratemos como nuestro tesoro.
    Gracias por tu kabaña y por tu reflexión.
    Montserrat

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    1. Mi querida Montserrat,
      Gracias por compartirnos esa bonita metáfora que hace tan visible y palpable aquellos momentos en los cuales nos olvidamos de nosotr@s mism@s y seguimos, seguimos, seguimos… por ser quienes somos.
      Nunca deberíamos olvidar que existen brazos, si perdemos el equilibrio, que nos pueden ayudar, como por ejemplo los míos, los tuyos o los de él/ella…

      Montserrat, le otorgas pureza y sabiduría a nuestra Kabaña emocional; gracias de todo corazón en nombre todos los habitantes, conocidos o no.

      Ana

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