Buenos días querida familia. Un nuevo martes junt@s en «nuestro rinconcito» , navegando sin ningún tipo de condicionamiento, y con el máximo respeto a las «líneas de cada un@ de nosotr@s» .
Desde pequeñit@s, vamos construyendo el valioso concepto de autonomía personal; primero de manera más pautada y, a medida que vamos creciendo, somos nosotr@s mism@s quienes la gestionamos e incluso reivindicamos.
Dicha independencia conlleva una serie de conceptos esenciales. Hoy enfocamos a: nuestra bien preciada privacidad; sí, necesitamos del respeto de nuestra identidad íntima y solamente «compartirnos» en función de nuestra decisión, sin imposiciones.
Destaquemos poder disfrutar, sin condición alguna, de nuestros propios espacios personales, psíquicos y físicos, damos por supuesto que incluimos los referentes a infinitas versiones tecnológicas. Ciertamente, a través de todos ellos, derivamos en un bienestar único e intransferible, totalmente necesario.
Vamos a recorrer nuestros caminos tranquilamente, como se merecen. Y empezamos con la gran importancia que inferimos en nuestro hogar a «nuestra habitación» o, en su defecto, a «nuestro rinconcito» , si no existe posibilidad de una única titularidad; recordemos que, desde aquí, atendemos a la diversidad de circunstancias de vida y no damos nada por hecho, disculpad es un apunte primordial. Volvemos a nuestro pequeño-gran espacio, donde disfrutamos de nuestra esencia y llegamos a nuestra propia dimensión. Damos el gran paso que dista entre espacio físico y psíquico, nos felicitamos: el segundo también se muestra sin pudor.
Continuamos sendero, mundo tecnológico, podemos destacar nuestros propios espacios en la «Nube», cada vez más importantes; ahora bien, deberíamos tener en cuenta si el carácter confidencial verificado es real. Yo quisiera creer que sí, no obstante, a veces, percibo una cantidad enorme de «coincidencias» que conviven en «mis apartados personales»…
Sin ser malpensados de naturaleza, nos asaltan temores. ¿Privacidad asegurada??? ¡Mi teléfono móvil ya casi adivina mis pensamientos, con su vida propia, sin que yo se lo pida! ¡El anti-virus de mi ordenador parece que falla, emergen informaciones no solicitadas! ¡Y venga claves y números secretos!!!.. Dura consecuencia: padecemos la temida inseguridad dentro de nuestros «mundillos» . Debemos ser más precavidos, si cabe… Necesidad de caminar con tranquilidad con el mínimo de vulnerabilidad.
Seguimos, ahora comparecemos en otros entornos, no nos pertenecen como tales, y sin embargo cohabitamos en ellos; véanse formatos diversos como nuestros trabajos/estudios… Que estemos pautados a la finalidad del lugar no implica que nuestra persona desaparezca, el pequeño-gran espacio que ocupemos debería contar con unos apuntes de nominalidad e individualidad, nuestras «pertenencias» seguirán siendo únicamente nuestras. Como se suele decir: «junt@s y no revuelt@s».
Ahora cambiamos el prisma, desde la mayor sinceridad, y percibimos que, en ocasiones, hemos podido derivar en algunas acciones nada saludables: a hurtadillas mirar, «sin querer», el móvil de nuestros seres cercanos o fijar vista a qué están haciendo en sus pantallas e, incluso, ojear valiosos diarios personales… Importante percibirlas y fundamental variarlas.
De verdad, que si sentimos la necesidad de «saber» simplemente preguntando a la persona en cuestión tendremos respuestas, o no, desde la fuente más valiosa, sin haber traspasado la línea de la cordialidad. Por favor, no practiquemos esas dinámicas, la decisión de obsequiar datos es del propietario en cuestión y, si sucede, nuestra lectura será muy bella: somos gente de su confianza.
A nadie le gusta ser examinado sin autorización y espacialmente tampoco. La curiosidad bien-llevada te puede aportar nuevos conocimientos, pero este no es el caso; la aplicada a fisgonear, sin una invitación adecuada, puede ser una agresión al otro, debemos ser prudentes y considerados, por muchos ataques de «querer saber» que suframos.
Cuidado, que nos sentimos transgredidos cuando somos invadidos, y realmente con fundamento, nadie debe tener potestad de darle dos bofetadas a nuestra privacidad y saltársela a la torera, por los motivos que sean. Obviamente, en caso ultra-necesario, ya con otro tipo de circunstancias de carácter urgente, será «permitido» un determinado asalto, eso sí, comedido y justificado.
Como cada martes, giramos la mirada a lo que nos suma, vamos consiguiendo que esta acción sea un hábito. Y, en este momento, visualizamos esas connotaciones espléndidas que se derivan del palpitar en nuestros propios espacios y de un nivel de importancia alto para nuestra identidad; en definitiva, el sentir que posees un cosmos con el cual te identificas. Se trata de un deleite exquisito que te pertenece, sí pura inmersión en tu mundo; recurso que tú, como dueño, decides sobre él de manera autoritaria, lo cual es ortodoxo.
Ese lugarcito, donde planificar tu recorrido/dinámica, escuchar tu música, leer tus libros, «hablar» virtualmente, o in situ, con quien tú, y solamente tú, has invitado… ¡Ojo! No estoy hablando de promover, en todo momento, el hermetismo dejando de lado todas nuestras relaciones, somos seres sociales. Simplemente, que existen momentos en los cuales necesitamos de grandes dosis de privacidad para realizar aquello que nuestra voluntad decida, ni que sea desde dimensiones reducidas, y llegar a relacionarnos con nosotr@s mism@s en exclusividad.
Tenemos pleno derecho a vivir nuestras «intimidades» y, para poder auto-gestionarnos con ellas, necesitamos de esa lujosa confidencialidad. En el momento en el cual estemos preparados, si nos parece pertinente, haremos partícipes a quiénes decidamos, sin imposiciones.
Lanzo una pequeña-gran reivindicación hacia nuestros únicos e intransferibles espacios virtuales sin necesidad de control externo, el hecho de la apropiación indebida de nuestra dinámica de vida es nociva. Hablamos de libertad y nos vemos forzados a hechos como invisibilizarnos en las redes sociales, no queremos que controlen «dónde estamos» … ¿De verdad que es necesario proceder a ello? Fácil justificación, compartimos un medio, no nos implantamos un localizador/controlador para mirada aliena.
De igual manera, cerciorarnos que «no somos públicos» en la realidad no-virtual, de vida más tangible, desde las deferencias principales y obvias de la vida privada; que no queremos tener que hacernos invisibles en: nuestra habitación/ escritorio, nuestra posición laboral, nuestro paseo en el parque, un asiento en el cine,… Hablamos de sentirnos considerados de una forma coherente, sea dónde sea y totalmente factible.
Finalmente, damos un paso más allá y, evidentemente, muestra presencia nuestro espacio interpersonal, extensión que distancia «el yo del tú» o «el nosotr@s de vosotr@s»… Por supuesto que existen unos mínimos de centímetros a considerar para mostrar un respeto básico y estos se reducirán si como individuos únicos lo decidimos en común acuerdo; probablemente se tratará de relaciones de nivel importante de complicidad.
¡Ay! Por cierto, igual que necesitamos que nuestro territorio sea respetado, el de cualquier otro congénere se merece la misma cortesía; y no valen excusas: ni de parentesco, ni de grado de amistad muy alto, ni de buenos compañeros… Se trata de un derecho vinculante y premisa de entendimiento en las relaciones.
¡Ey! Recordemos que queremos dar ejemplo elevando a normativa la franqueza ante nuestra convivencia y no tener que desconfiar por agresiones de espacios. Sí: las reglas del juego son para tod@s, sin buscar, insistentemente, argumentos que justifiquen entrometernos, en asuntos que no nos pertenecen; sin más.
Querida familia, qué imagen tan bonita se genera cuando sentimos que podemos fluir sin tantos temores de sospechas y cautelas; interioricémosla y demos pasos hacia ella: un lujo en nuestro caminar. ¿Qué os sugiere a vosotr@s? Os esperamos en nuestra Kabaña emocional, respetuosa al cuidado de los demás.
Momento honestidad: curiosamente, en este instante, siempre me confieso desde mi privacidad y con una gran dosis de intimidad. Hoy me toca bastante al alza, estoy entrenada en no traspasar esa línea tan significativa. Actitudes de cotilleo de espacios ajenos no entran dentro de mis actuaciones. Ni siquiera vivo esas tentaciones, simplemente porque valoro en muy alta estima mi propia privacidad.
Mi querida familia, os deseo una semana dulce desde la serenidad, sin el temor de vivir asalto alguno a vuestra identidad.
Un abrazo enormemente malva, desde su sensibilidad.
Ana Torres